La Rioja roza la plena ocupación turística en el puente de Todos los Santos

Lun, 04/11/2019

Plataformas hoteleras como Booking y Hoteles.com mostraban a final de octubre un 98% de ocupación turística en Logroño para el puente de Todos los Santos. Tuscasasrurales.com registraba este pasado fin de semana un 92% de su capacidad reservada en alojamientos rurales de toda La Rioja, muy por encima de la media nacional (72,19%).

¿Qué tiene nuestra tierra que atrae el turismo en otoño? La respuesta es muy sencilla, solo hay que elegir un lugar alto, no demasiado, y abrir los ojos.
Con octubre termina una etapa clave de la vendimia: la recolección. La uva está lista y la nueva cosecha comienza en noviembre su gestación. Despalillado en su mayoría -o no, si su destino es la maduración carbónica-, ya está cada grano seleccionado y el zumo de uva reposando, hibernando, en sus barricas de roble o en sus tinajas de barro o de hormigón. Lo mismo hacen las vides sin sus racimos. Descansar del trabajo realizado, dormir el invierno.

La evolución de este proceso pinta los mejores paisajes en nuestra región. Los campos se tiñen de los colores del otoño alrededor del Ebro y la panorámica riojana no deja indiferente a nadie, por lo que, bien sea por el boca a boca o por la credibilidad de los divulgadores turísticos en Internet, todo el mundo sabe que es el mejor momento del año para visitar La Rioja.

El enclave perfecto para ser testigo de este extraordinario escenario no existe, o mejor dicho, existe por todas partes. Briones, San Vicente de la Sonsierra, Laguardia, y prácticamente cualquier pueblo de los alrededores ofrece un regalo para la vista desde la misma carretera que inicia el camino desde Logroño.

Como curiosidad, los colores cobrizos corresponden a las viñas de uva tinta, mientras que la uva blanca muda hacia tonos más amarillos.
La visita a nuestra provincia debe incluir una bodega, fundamental. Otra opción que en otoño se respira diferente, con su personal trabajando a pleno rendimiento y el olor a futuro vino; y para poner en práctica los conocimientos adquiridos en la cata, no olvides pasarte por el sello distintivo de la capital, la calle Laurel y sus colindantes, donde los más de sesenta bares que forman parte de esta ruta te ofrecen la mejor gastronomía de la zona y (casi) todos los vinos que conozcas.

No lo pienses demasiado, esta fase solo dura unos días, pero su fugacidad es parte del encanto.

Como todo lo bello, lo es más porque es efímero.